5/11/10

Els records de la Teresa

Reportaje fotográfico aquí: http://aliciariusphotography.com/in-the-dark/els-records-de-la-teresa/


Las mortecinas luces que se colaban por las ventanas rotas desvelaban los detalles que mis ojos casi no podían ver. La casa, atormentada por la soledad y el transcurso de los años, se quejaba a cada paso que daba.
Curiosa, avanzaba por el húmedo y largo pasillo, donde los mustios rostros de los viejos cuadros parecía que me siguieran con la mirada, asombrados por mi osadía, asustados por lo que pudiera descubrir…
Al fondo se hallaba una habitación; seguí caminando, lenta e insegura. Una extraña sensación me invadía.

Cuando estaba a escasos centímetros del pomo, la puerta se abrió sola, gimiendo. Una corriente de aire, que más bien parecía un suspiro de liberación, salió, enlazando mi cuerpo y calando el frío en mis huesos.
Llevaba mucho rato en la penumbra y la potente y anaranjada luz nubló mi vista unos segundos. Fundido a negro.

Al cabo de un rato mis ojos se adaptaron. Dentro, había muchas más cajas, todas ellas con ropa, libros, discos de música polvorientos, trozos de tela y en la otra punta, un gran bulto bajo una amarillenta sábana. ¿Qué era eso? Todo estaba hecho un desastre pero la tela raída había sido colocada con cariño, para proteger "aquello" del implacable paso del tiempo.

Dejé la cámara y el trípode apoyados en un armario víctima de las termitas y avancé por encima de los cientos de trastos que había en el suelo –tenía dificultades para mantener el equilibrio. Era como, si de alguna manera, la habitación, recelosa de mi presencia, me pusiera a prueba para proteger sus secretos de mi curiosidad.

Llegué hasta donde se encontraba el misterioso bulto, cogí la punta de la sábana y estiré. Era un robusto baúl de madera y tenía una cerradura, pero no llave; lo abrí: decenas de fotos, cartas escritas a mano, carnets de identidad, agendas, películas de fotografía sin rebelar, diapositivas… Me faltaban manos para rebuscar entre la nostalgia y ojos para asimilar toda la información.

Averigüé que ella se llamaba Teresa y su marido, José Luis. Había muchas fotos de un niño pequeño que debía ser su hijo. Al fondo, un álbum de recortes de periódico sobre Franco y un vestido de novia que había sido manjar de las polillas. Juguetes, cachivaches varios, zapatos de tacón y un kit de maquillaje. Una botella de perfume vacía que olía a antaño, un par de guantes blancos de encaje y postales de la primera comunión. Era increíble como toda una vida se resumía en un metro cuadrado.

Pero ¿qué había pasado? ¿Qué hacían tantos recuerdos encerrados? ¿Por qué nadie los reclamaba?


Cogí la cajita de diapositivas y las puse a contra luz, una a una. Eran fotos de la familia en la casa, cuando se mudaron. El comedor, con techo alto, estaba lleno de frescos y en el medio, una gran mesa de madera de roble con ocho sillas alrededor. En otra, se veía a la familia entera en el porche, al lado del 600 y de dos burros, riendo, felices, ilusionados por una nueva etapa. Los abuelos a los lados, agarrados por el brazo. En el centro, Teresa y José Luis; era una estampa preciosa, pero algo había sucedido para que todo se redujera a un baúl.
Hice fotos a las cartas, a los documentos y a todo aquello que pude. Debía marcharme pronto.

Salí por donde había entrado y una vez fuera, me fijé en un trozo de papel que estaba bajo una piedra. Había algo escrito a mano que apenas se podía leer; la lluvia lo había dañado pero pude entender algunas palabras sueltas: “agua corriente”, “avísame” y un número de teléfono. Firmaba “María la vecina”. Le hice una foto y me fui silenciosamente. Quizás pudiera llamar...




Al otro lado del auricular se oía a “María la vecina”, una mujer mayor que no paraba de hablar pero que parecía feliz al tener a alguien que escuchara sus historias. Fue muy fácil que me contara más acerca de la casa abandonada.
Teresa se había casado de muy joven con José Luis y se mudaron a la casa de los padres de ella (la que visite). Tuvieron un hijo.

Cuando la Guerra Civil estalló, José Luis fue llamado como comandante oficial. Durante la ausencia de su marido, Teresa tuvo una aventura con el pastor del pueblo pero no pudo mantenerlo en secreto pues, al poco tiempo, se quedó embarazada y nueve meses después nacía su hijo bastardo. El pastor, que negaba lo obvio, no quiso saber nada y su familia, avergonzada, la apartó por completo.
Poco después de dar a luz y antes de que José Luis volviera de la Guerra, Teresa decidió deshacerse de lo que para ella había sido el error más grande de su vida y ahogó al niño en el pozo de la finca.

Después de lo ocurrido, la policía la detuvo y la encarceló.
A partir de ahí ya no se supo nada más de Teresa…



Cuando colgué el teléfono sentí un nudo en el estómago. Me había imaginado a una familia perfecta con una vida sencilla pero feliz. Sin embargo, y una vez más, había estado en una casa que encerraba un pasado oscuro y doloroso.










The horror's museum

Reportaje fotográfico aquí: http://ashesandshadows.blogspot.com/2010/11/horrors-museum.html


Vladimir Ure era un cirujano de renombre de la Unión Soviética pero no era conocido por sus aportaciones a la medicina convencional sino por sus extraños experimentos con animales. El revuelo que esto causó, hizo que en 1938 el Gobierno lo expatriase por considerar sus prácticas poco éticas.


Durante los siguientes 15 años poco se supo del paradero de Dr. Ure hasta que, en 1953, se le encontró la pista en España, donde se hallaba su laboratorio clandestino.


Dicho laboratorio, que se encontraba en el sótano de una fabrica, sufrió un incendio en 1960 y el cirujano soviético murió calcinado.

A pesar de todo, una parte del recinto se conservó intacta gracias a la rápida acción de los bomberos y entonces fue cuando descubrieron su macabro escondite.

En la pared se hallaban diplomas en teología y química, lo que hizo pensar que Vladimir siguió estudiando años después de su licenciatura en medicina para centrarse más en los aspectos de la alquimia. Su objetivo era hallar un remedio para la vejez y para ello seguía trabajando con animales.


Entre los escombros había cajas con cuerpos de animales muertos y muchos tarros que contenían embriones con malformaciones. Se cree que el mismo doctor cruzaba diferentes especies una y otra vez para poder servirse de los fetos, los cuales eran extraídos del útero durante la gestación para que conservasen todas sus propiedades naturales antes de ser corrompidos. Luego los conservaba en frascos con formol para más adelante utilizar los huesos y sangre y extraer aceites esenciales para crear lo que para él era el sueño de cualquier alquimista: “EL ELIXIR DE LA VIDA”.










4/11/10

El internado azul




El Internado azul, conocido como el Internado Maldito, esconde una trágica historia entre sus paredes.
Este Internado se construyó con el objetivo de no sólo escolarizar a todos los niños de la zona entre España y Francia sino para convertirse en un hogar para muchos de los huérfanos que había después de la Guerra.
A pesar de que este colegio-dormitorio se regía por unas estrictas conductas religiosas, muchos padres internaron a sus hijos. Éstos confiaban en que sus hijos recibirían una educación basada en la fe cristiana para adoctrinarlos y transformarlos según las demandas del evangelio. Sin embargo, lo que debía ser un lugar donde enseñar el camino hacia una vida llena de paz y sosiego, se convirtió en un infierno donde el dolor, el hambre y el abandono eran el pan de cada día.

Por aquél entonces, y utilizando la severidad de Dios como excusa, se infligían duros castigos a todos lo que cuestionaran la fe y osaran desobedecer cualquier orden de los siervos de Dios.
Pero los niños eran niños y muchas veces, su espíritu aventurero y sus ansias de curiosear les costaban unos azotes con las reglas de madera.
Encontré una habitación bastante deteriorada por las lluvias y el frío. Había un armario de madera podrido y dentro habían varias fichas de alumnos.
“Thomás Laroche (no se leía). Ingreso: 30 noviembre de 1939. 11 años.
Luego estaba detallado todo su historial médico donde básicamente se leía: múltiples contusiones en hombros, pecho, cadera.
(luego se dejaba de entender)

Leí las pocas que se habían salvado de los hongos y una me llamó especialmente la atención:
“Bernard Lafevre. Huérfano de padres. Ingreso: 2 de Abril de 1942. 8 años. La foto que aparecía en su historial mostraba a un niño flacucho, frágil, con piel que parecía papel de fumar -.
(luego había todo su historial médico)
Y más abajo en rojo se leía:
-causa de la muerte: bajo investigación.

El corazón se me encogió y sentí un aire frío en la sala que me dejó helada.
Salí corriendo de la oficina e intenté calmarme. Aquello no me pareció nada normal así que cuando llegué a casa me puse a investigar.

Finalmente, conseguí lo que quería, aunque ahora pueda que me arrepienta de ello.
Bernad Lafevre fue asesinado.

En este Internado, uno de los castigos más populares era el siguiente:
Cuando un niño no hacía sus deberes o llegaba tarde del recreo, el profesor le ordenaba que se pusiera de pie y fuera hasta la pizarra. Una vez ahí, le obligaba a arrodillarse con la cabeza mirando al suelo –símbolo de sumisión –y que alzara las manos con los dedos juntos y con una regla de madera le pegaba en las puntas de los dedos. Dependiendo del grado de desobediencia, se le aplicaba 1, 2 o 3 golpes secos.

Había un profesor en el internado que se llamaba Maximilien, un hombre corpulento de origen alemán pero criado en Francia por padres inmigrantes. Su forma de ser respondía al estereotipo de hombre irascible y con baja autoestima. Todo su cuerpo estaba lleno de pecas y éstas le otorgaban a su cuerpo un color anaranjado que había sido objeto de burla durante su infancia.

De mayor, siempre cubría sus extremidades, sin embargo, sus inseguridades no habían desaparecido; su forma de superar el trauma era arrebatando contra los niños.

Un día Bernard Lafevre llegó a clase sin los deberes hechos. Había estado enfermo las últimas dos noches. El profesor pidió que todos pusieran sus cuadernos encima del pupitre para él revisar. Se acercó a la mesa de Bernard y éste no tenía nada.

El profesor le preguntó porqué no tenía los deberes hechos y el pobre Lefevre le contestó que había estado enfermo. Maximilien, a la vez que se arremangaba las mangas para enseñar sus brazos venosos, le dijo: no me contestes. Pero seguidamente le volvió a preguntar “¿por qué no tienes los deberes hechos?”. El niño empalideció y tembloroso le contestó: “porqué estaba enfermo”.

Maximilien estalló de rabia y mientras agarraba al niño por el cuello de la bata le gritó:
_¡TE HE DICHO QUE NO ME CONTESTES!

Arrastró a Bernad hasta la pizarra e hizo que se arrodillara mirando hacia el suelo. El profesor le agarró de las muñecas y de un tirón le obligó a que estirara los brazos y juntara los dedos para recibir el latigazo de madera.
Primer azote.

_ Bernard, te lo volveré a preguntar y quiero que me respondas alto y claro. ¿Por qué no has hecho los deberes?
Bernard, que apenas podía respirar de temor, no sabía si debía contestar o no.
_¡CUANDO YO PREGUNTO TÚ RESPONDES!
Segundo azote.

_¿POR QUÉ NO HAS HECHO LOS DEBERES? ¡RESPONDE!
Bernard respondió entre sollozos:
_Por que… estaba… enfermo…
_ ¡NO TE OIGO!
Tercer azote en los dedos.

_Por que estaba enfermo – dijo en voz alta
_- ¡DILO MÁS FUERTE, QUE TE OIGA TODA LA CLASE! – la vena de la frente parecía que le iba a explotar. Disfrutaba torturando al muchacho. Se sentía poderoso, dominante. Le excitaba tener el control.
_¡POR QUE ESTABA ENFERMO! –gritó Lefevre entre lágrimas y con la cara roja del dolor.
_¡¡¡AL PROFESOR NO SE LE GRITA!!! –exclamó Maximilien lleno de furia. Sus ojos hinchados en sangre le delataban; estaba fuera de control.
Agarró de nuevo al chico por el cuello y lo situó en medio de la clase. Obligó a que todos los alumnos se levantaran y se pusieran alrededor de Bernard.
Atónitos, llenos de miedo y titubeando, se fueron levantando de sus sillas. Hicieron un círculo rodeando a Bernard. Se miraban unos a los otros, no tenían ni idea de lo que iba a suceder.

El profesor, con voz calmada pero firme, les dijo:
_Hijos míos, esta es la casa del señor y yo soy su siervo. Yo soy su legado y es mi deber hacer llegar su mensaje y es vuestra obligación obedecerme. Bernard no es hijos de Dios, es hijo de Satán y por eso, debe ser castigado. Vosotros, debéis enseñarle el camino, aunque sea doloroso. ¡Pegadle!

Los niños se quedaron quietos como estatuas. Pálidos y atemorizados no osaban preguntar nada, pero tampoco se atrevían a pegar a Bernard.
Maximilien se encontraba en lo alto de la tarima, de brazos cruzados, autoritario. Vio que los niños no se movían y dijo
_Aquél que se niegue a servir al señor, será el siguiente en recibir el castigo.

Poco a poco, inseguros, empezaron a dar golpes a Bernard, quien se encontraba en el suelo en posición fetal, ahogado en sus lágrimas.
Maximilien empezó a gritar “¡Dios castiga a aquellos a quienes ama!”, “¡DIOS CASTIGA A AQUELLOS QUIENES AMA”! ¡Este es mi mandamiento: que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:12-13)

Seguía y seguía gritando como un loco y como si estuviera hipnotizando a los pequeños, estos enloquecieron y arremetieron más fuerte contra Bernard como si aquello les pudiera salvar de ir al infierno.
Cuando ya decayeron las fuerzas y la voz del profesor volvía a ser un susurro, Bernard yacía inmóvil; estaba muerto.

Como si nada hubiera pasado, Maximilien ordenó a los niños que volvieran a sus puestos para poder empezar la clase, dejando el pequeño cuerpo de Bernard en el suelo como recordatorio.


No era la primera vez que pasaba algo así en el Internado Azul pero sí que fue la última.
Las autoridades arrestaron a Maximilien y la respuesta de los padres no se hizo esperar. Alarmados, sacaron a todos los niños del colegio y a aquellos que como Bernard, eran huérfanos, se los trasladó a otros centros de la zona. El Internado, cerraba sus puertas el 7 de octubre de 1944.

Bernard fue enterrado en el mismo patio del colegio y en lo que queda de la lápida aún se puede leer:“Que en paz descanse su alma. Vaya con el Señor”.










3/11/10

La torre encantada



A finales del siglo XIX y fruto de la revolución industrial, nacía una colonia textil en un pequeño pueblo de Catalunya. Pere Monje, un ambicioso hombre de negocios e hijo de una acomodada familia burguesa, decidió construir un imperio textil sin precedentes.

En 1900, compró un valle cerca del río para poder aprovecharse de la energía hidráulica y allí, asentó las bases de lo que sería la colonia más poderosa en tierras catalanas.

La gente del pueblo bendecía la llegada del Sr. Pere. Éste había dado trabajo a más de 800 hombres de la zona y estaba sacando el pueblo de la miseria.

Como era muy típico en aquella época, las casas de los trabajadores se encontraban en el mismo recinto donde trabajaban. De esta manera, los empleados estaban siempre disponibles para cumplir con sus largas jornadas de trabajo.

Mientras el proletariado vivía en las fábricas, la codicia del Sr. Pere por tenerlo todo bajo control le llevaron a construir una vivienda sin igual; una casa grande con una torre aún mayor. Ésta, se alzaba imponente delante de la mirada de cualquier fisgón, mientras él, desconfiado y prepotente, vigilaba a los obreros desde lo más alto del pueblo.

Con el tiempo, su delirio de grandeza fue en aumento; hasta el punto de creer que sus asalariados querían robarle todo lo que tenía. Receloso, decidió ampliar sus jardines para que si alguien entrase, se perdiera antes de llegar a la casa. Compró los árboles más altos de la provincia, los arbustos más vigorosos del país y ordenó crear un exorbitante laberinto que impediría a todo osado acercarse a su morada.

Pasaron unos años y el Sr. Pere se casó con Antonia, hija de un hombre adinerado de la provincia del Bages.

En 1911, tuvieron a su primera y única hija, Bel.

Bel, que tenía que competir con la avaricia de su padre para que la hicieran caso, solía jugar sola durante horas en una de las habitaciones de la casa. Tenía totalmente prohibido salir al exterior sin la supervisión de su madre.

Un día, mientras el Sr. Pere observaba receloso a sus trabajadores desde su torre , Bel decidió romper la regla y salió a divertirse por los amazónicos jardines.

Al caer la noche, sus padres la llamaron para la cena. Sin embargo, Bel no contestaba.

_¡Bel! ¡Bel!

Pero el eco de sus voces era su única respuesta.

La buscaron por toda la casa pero no aparecía. Salieron desesperados al jardín con la esperanza de encontrarla, pero sólo se oía el llanto quebrado de la madre.

Pasaron las horas, la noche se hizo de día y el día de noche; pero Bel no aparecía…

La madre, rota por el desconsuelo, abandonó a su marido y volvió a Bages.

El Sr. Pere, atormentando por la culpa, dejó el destino de la fábrica en manos del azar mientras que su obsesión por encontrar a su hija, le llevo a la locura.

En 1921, cinco años después de la desaparición de su hija, el Sr. Pere abandonó el pueblo sin dejar rastro y nunca más se volvió a saber de él.

En 1953, unos padres jóvenes, que enamorados por la innegable belleza del lugar, decidieron comprar la casa. Estaban convencidos que ese entorno natural sería el mejor lugar para criar a su hija.

Sin embargo, su felicidad duró poco. La noche en que su hija cumplía 5 años, empezaron a oír el llanto de una niña. Alarmados, subieron a la habitación de la pequeña para ver qué sucedía, pero su hija estaba despierta y en silencio, asustada, mientras el lloro seguía retumbando en las paredes de la casa.

El fenómeno siguió durante meses hasta que un día, descubrieron la oscura verdad que ahí se escondía.

La pareja abandonó el lugar y al cabo de unos meses, entraron otros. Una familia que, al poco tiempo, también empezaron a oír el llanto de una niña pequeña, pero ellos no tenían hijos.

Desde entonces, cualquier familia que intenta hacer del sitio un hogar, es atormentado por el llanto de esa niña que, con tan solo cinco años, desapareció en medio de las malezas de su propia casa.


La Torre Encantada –que es como se la conoce ahora—ha sido objetivo de muchos curiosos.

En 2005, un sacerdote de la zona, fue incluso a bendecir la casa para poder liberar al espíritu perdido de Bel; pero los vecinos de la zona aseguran que algunas noches se sigue oyendo el sollozo de una niña.











El refugio de los templarios



La orden de los Caballeros Templarios fue fundada en 1118 por nueve caballeros franceses liderados por Hugo de Payens tras la Primera Cruzada. Su propósito original era proteger las vidas de los cristianos que peregrinaron a Jerusalén tras su conquista.

Cuando apenas el reino de Jerusalén había sido creado, el rey Godofredo de Bouillon murió, y su hermano Balduino I ocupó su lugar. Balduino I, consciente del gran sacrificio que estaban haciendo los caballeros defendiendo los Lugares Santos, decidió concederles un sitio donde reposar y reponer fuerzas para las futuras batallas.

Cuando en 1129 la Iglesia Católica aprobó la Orden del Templo, ésta creció en seguidores y empezó a expandirse por Francia, Alemania, el Reino Unido y España. Esta propagación territorial contribuyó al enorme incremento de su riqueza.

La Orden del Templo siguió luchando durante años, pero en 1187, se enfrentaron a las tropas del Sultán de Egipto, el cual les derrotó sin piedad.
Las bajas y el coste económico de la guerra supusieron el principio del fin de este ejército cristiano.

En 1244, cayó Jerusalén y los pocos templarios que habían sobrevivido se vieron obligados a emigrar hacia otros países en busca de refugio.


Este reportaje es una muestra de aquello que en su día amparó a los nobles sirvientes de Cristo. Un lugar sin igual, escondido entre las malezas y custodiado por el silencio que salvaguarda las memorias de aquellos que dieron su vida por la fe.








2/11/10

El castillo invisible

Reportaje fotográfico aquí: http://aliciariusphotography.com/in-the-dark/el-castell-invisible/


Cuenta la leyenda que, más allá de "La Comarca", vivía un rico y apoderado señor feudal. Este prometió a su madre en el lecho de muerte, alzar el castillo más imponente jamás visto. Lo construiría con sus manos y su sudor como prueba del amor y lealtad hacia ella y el castillo perduraría por los siglos de los siglos, invisible a enemigos y rufianes.

El noble emprendió su ardua tarea con voto y devoción durante décadas, dejando su juventud y marchitándose con el pasar del tiempo. Por fin, a la edad de noventa años, sin apenas sentidos para contemplar su épica obra, suspiró por última vez antes de fallecer.

Piedra a piedra, el sudor de su constructor quedó enterrado en muros y paredes. El amor a su madre sin saberlo, conjuró el hechizo de protección más fuerte jamás habido. De tal modo que, al morir, la fortaleza adquirió la mágica propiedad de desaparecer ante los ojos de todos aquellos que quisieran profanarlo, asediarlo o expoliarlo.










1/11/10

Sanctuarium

Reportaje fotográfico aquí: http://aliciariusphotography.com/in-the-dark/santuarium/


Principios del siglo XX. Rafael, vástago de una familia con larga tradición de escultores, reniega de su padre y todo lo relacionado con la tradición de sus ancestros: la artesanía.
En Mayo de 1931, se suceden una larga serie de atentados contra las instituciones eclesiásticas, quemando y destruyendo decenas de inmuebles: iglesias, parroquias, conventos, seminarios, etc... El joven Rafael, alentado por las masas, participa de forma activa y aúna fuerzas con los camaradas para saquear y destruir todo lo que encontraban a su paso. Lo más irónico de ese día es, sin duda, que esas imágenes eran fruto de las agraciadas manos del padre de Rafael... y allí estaba el hijo de un erudito de las bellas artes, aniquilando las creaciones de su progenitor.Semanas después, Rafael vuelve eufórico a casa y se encuentra con un panorama dantesco. Su padre, tras conocer el desafortunado destino del trabajo de toda una vida ha decidido suicidarse colgándose de unas de las vigas del taller.


Rafael, sintiéndose responsable de la muerte de su padre, se jura a sí mismo recuperar lo perdido.


Durante mucho tiempo, permanecerá aislado como un ermitaño, esculpiendo el mármol hasta sangrar las manos, desechando en ocasiones, meses de trabajo al no encontrar la inspiración para estar a la altura de sus propias exigencias.


Los años van pasando y Rafael ya no conserva ese espíritu de luchador. Las canas cubren su dejada melena y sus manos se han transformado en herramientas celestiales; con una precisión y habilidad que sobrepasa incluso las de su difunto padre.


Medio siglo después de la fecha fatídica, el cincel de Rafael arranca su último trozo... el ruido de la inseparable herramienta al caer, no apaga el tosco y gutural gemido del cuerpo del anciano al golpear sobre el desgastado mosaico. Las manos rígidas parecen arañar el suelo y una gris neblina cubre sus ojos sin vida... es el final de un sueño, de una esperanza por redimir su pecado, que concluye en el mismo taller donde su padre lo abandonó cincuenta años atrás.



Historia original por Sergio T.











The broken dreams' factory

Reportaje fotográfico aquí: http://aliciariusphotography.com/in-the-dark/the-broken-dreamsfactory/


Todo abandono suele ir acompañado –casi siempre—de un final triste; como ocurrió con La Fábrica de los sueños rotos.

En 1942, fruto de la ilusión de un padre, nacía este taller de cerámica. Durante años, Jaume y su mujer Dolors fueron los artífices de un sinfín de figuritas con aire ingenuo.

Inspirados por el nacimiento de su segundo hijo, siguieron creando cientos de estatuillas para todo tipo de ocasiones especiales hasta que, un día, la mujer y sus dos hijos fueron víctimas de un accidente de coche; los tres fallecieron.

Jaume, devastado por el peso de la soledad y desconsolado ante tal injusticia, abandonó el taller; los recuerdos eran demasiado dolorosos como para seguir adelante.
Con los años, sus diminutas creaciones fueron cayendo en el olvido y, el polvo y el silencio , castigaron el lugar sin piedad.